Un océano sin atún: ¿Qué sucede cuando falta un depredador en un ecosistema marino?

________________

Autora: Hannah Bonner

La población de atún rojo atlántico (Thunnus thynnus) que se reproduce en el Mediterráneo, estuvo muy cerca del colapso a principios de la década del 2000 debido a la sobrepesca. Afortunadamente, desde entonces la población se ha recuperado gracias a una combinación de estrictas normas de pesca y condiciones climáticas favorables. Pero, ¿y si no lo hubiera hecho? ¿Qué pasaría si el atún rojo atlántico se hubiera extinguido o se hubiera vuelto tan escaso como para resultar insignificante ecológica y comercialmente?   Esta pregunta se la hizo un alumno de secundaria a Patricia Reglero de Planet Tuna, y la respuesta resultó ser mucho más complicada de lo que esperábamos. ¿Por qué? Pues básicamente porque los ecosistemas marinos son increíblemente complejos y todas sus partes son interdependientes, por lo que no podemos decir “si la especie X desaparece, estas serán las consecuencias”. No sabemos a ciencia cierta lo que pasaría si el atún rojo desapareciese, pero nos podemos hacer una idea a partir de los estudios de otras especies.

Menos depredadores = más presas… pero no siempre

Si pensamos en los efectos de eliminar a un depredador, es fácil imaginar que aumentará la población de sus presas favoritas (peces y calamares en el caso del atún rojo). Y a veces, así es.

Un caso bien conocido es el del bacalao del Noroeste Atlántico, que fue durante siglos el pilar económico de gran parte de la costa de Nueva Inglaterra y del Atlántico canadiense. Cuando empezó la pesca industrial en los años 60, las capturas se dispararon, hasta llegar a su colapso en 1991: los pescadores izaban las redes prácticamente vacías. Las presas favoritas del bacalao son los cangrejos de las nieves, los camarones y los peces pequeños, y como era de esperar, estos se volvieron mucho más abundantes. A su vez, las poblaciones de focas aumentaron, aprovechando la mayor abundancia de presas, y también se vieron afectados otros actores del ecosistema. Este efecto de arriba abajo se llama cascada trófica. Y no siempre es reversible: a día de hoy, el bacalao todavía no se ha recuperado.

Pero no todos los casos son igualmente predecibles. Un ejemplo sorprendente de esta imprevisibilidad no va de peces, sino de mamíferos marinos. Para la década de 1980, la mayoría de las especies de ballenas estaban al borde de la extinción. En el Océano Austral, las ballenas barbadas se alimentan de enormes cantidades de krill, un pequeño crustáceo parecido a un camarón que a su vez se alimenta de fitoplancton. El fitoplancton es el componente fotosintético del plancton y la base de la red alimentaria marina, y solo habita en las capas superiores del agua iluminadas por el sol. Se podría esperar que, al escasear las ballenas, las poblaciones de krill aumentarían. Sorprendentemente, fue al revés. Resulta que las ballenas juegan un papel importante que se conoce como bomba de nutrientes. Se sumergen, se alimentan y, dado que deben salir a la superficie para respirar, a menudo liberan sus heces cerca de la superficie, donde sirve de fertilizante para el fitoplancton. Y más fitoplancton significa más alimento para el krill. Sin las ballenas, el krill pasaba hambre.

Las ballenas también mueven los nutrientes horizontalmente. Cuando migran de sus áreas de alimentación a sus áreas de parto, dejan de comer, pero siguen excretando orina, que es esencialmente una lluvia de compuestos que han traído consigo en sus cuerpos desde áreas con más nutrientes.

¿Y el atún? Aunque todavía queda mucho por estudiar en el caso de los atunes, es lógico que ellos también actúen como bombas de nutrientes. Un atún individual es mucho más pequeño que una ballena, pero dado que los atunes – sobre todo los atunes tropicales — forman bancos de muchos miles de individuos, su biomasa total es enorme. El atún patudo (Thunnus obesus) realiza migraciones verticales diarias, nadando hasta una profundidad de unos 400 metros durante el día para alimentarse en la llamada capa de dispersión profunda, donde abundan las presas. Luego suben a aguas menos profundas durante la noche, con la consiguiente liberación de orina y heces cerca de la superficie donde los nutrientes quedan disponibles para el plancton. Aunque todavía no se ha estudiado, es muy probable que el patudo actúe como bomba de nutriente (ver el video de Planet Tuna sobre el atún y la profundidad).

Los peces como almacén de nutrientes

Los cuerpos de los peces son un almacén de nutrientes tan importante que cuando se sacan enormes cantidades de pescado de los océanos, como en el caso de la pesca de túnidos tropicales, hay una pérdida de nutrientes en el mar. Este fenómeno puede ser significativo en áreas donde un mineral como el hierro escasea, ya que es uno de los nutrientes que el fitoplancton necesita, y que abunda en los tejidos de los peces.

Mezcla de capas oceánicas

Las aguas del océano se dividen en capas, en su mayoría determinadas por la temperatura y la salinidad. Mezclar agua entre ellas es otra función ecológica importante, ya que lleva los nutrientes que se han acumulado en una capa a otras donde no son tan abundantes. Las ballenas que migran verticalmente y también los peces (e incluso en algunos casos el krill, ya que son tan numerosos), pueden provocar suficiente movimiento de agua como para mezclar las capas. Según un estudio, un banco de 100 atunes rojos Atlánticos puede crear remolinos verticales en un área de hasta 20 km2. Según donde ocurra, esto puede ayudar a mezclar las aguas costeras y las de la plataforma continental.

Impacto de las primeras etapas de la vida

En diferentes etapas de su vida, un animal puede ser presa o depredador. En el caso del atún rojo atlántico, en sus primeras semanas de vida, como huevo y como larva, es fuente de alimento para muchos depredadores diminutos y también para peces como los boquerones, que se alimentan por filtración. A medida que las larvas de atún rojo crecen, se vuelven cazadoras de otras larvas, que pueden ser sus hermanos más pequeños, o larvas de otras especies, como el atún blanco (Thunnus alalunga). Un estudio en el mar Balear, en el Mediterráneo occidental, demostró que a las poblaciones locales de atún blanco les iba mejor cuando había menos atún rojo. Y cuando la población de atún rojo comenzó a recuperarse, la del de atún blanco disminuyó.

Cambios de comportamiento

Otro efecto relacionado con los depredadores es que cambia el comportamiento de las especies presa. Según la estación, en Shark Bay, Australia, los tiburones tigre habitan las praderas poco profundas de fanerógramas (hierbas) marinas. Cuando esto pasa, delfines, dugongos y cormoranes se trasladan a aguas más profundas para evitarles, aunque allí la comida sea menos abundante y pueda afectar a su salud y a su tasa reproductiva. Esta migración temporal de especies que se alimentan de los pastos hace que éstos se recuperen y también afecta al ecosistema que crean dichos pastos. En este caso, el fenómeno ecosistémico no viene tanto por la depredación de los tiburones como por el miedo que inspiran en sus presas. Incluso la migración vertical de muchas especies a aguas más profundas durante el día es un comportamiento que evolucionó como una forma de evitar a los depredadores que necesitan la luz del día para cazar.

Entonces, ¿qué pasaría si el atún rojo atlántico se hubiera extinguido?

En cuanto a nuestro icónico atún rojo atlántico, hemos visto que lo más probable es que tenga funciones de reciclador de nutrientes, y hemos visto que puede provocar la mezcla de diferentes capas de agua. También es lógico pensar que su ausencia provocaría cascadas tróficas, especialmente porque otros grandes depredadores como el pez espada y los tiburones también han sido objeto de sobrepesca, por lo que no hay muchos candidatos para asumir su papel. También hemos visto cómo sus primeras etapas de vida son una fuente de alimento y de depredación para otras especies. Los atunes rojos adultos tiene pocos enemigos, pero un número considerable de ellos son depredados por las orcas en la zona del Estrecho de Gibraltar cuando entran y salen del Mediterráneo. Parece ser que aunque no dependan al cien por cien  de los atunes, son un importante añadido estacional a su dieta. Por otra parte, nos podemos preguntar: ¿La desaparición de atún rojo tendría un efecto sobre el comportamiento de otras especies pelágicas? No lo sabemos a día de hoy, ya que los comportamientos de especies en aguas abiertas son especialmente difíciles de estudiar, pero es una posibilidad. Y una cosa más ¿Cómo era la red alimentaria del atún rojo en el Mediterráneo hace cien años, antes de la pesca industrial? ¿Estamos estudiando una red alimentaria que ya está severamente alterada?

Ya se está investigando sobre los profundos efectos que cada parte de una red alimentaria tiene en el resto de los ecosistemas (véase nuestro video sobre el papel de las bacterias en el océano, por ejemplo), y se han desarrollado aplicaciones informáticas para ayudar a gestionar la pesca teniendo  en cuenta  los efectos ecosistémicos de ésta.

Esperemos que la buena gestión del atún rojo Atlántico dé como resultado una población estable y que nunca tengamos la oportunidad de estudiar las consecuencias de su desaparición. Mejor aún, podemos desear una población próspera de atún rojo que aumente lo suficiente como para mostrarnos cómo era el Mediterráneo (y las otras áreas que frecuenta) antes de la pesca industrial, cuando los adultos reproductores gigantes eran comunes. ¡Esa sí que sería una lección ecológica fascinante!

Autora: Hannah Bonner

Ilustraciones: Flavia Gargiulo

Asesor científico: Bruce Robson

Coordinación: Patricia Reglero

Bibliografía

Frank, K. T., Petrie, B., Choi, J. S., & Leggett, W. C. (2005). Trophic cascades in a formerly cod-dominated ecosystem. Science (New York, N.Y.), 308(5728), 1621–1623. https://doi.org/10.1126/science.1113075

Doughty et al. (2015). Global nutrient transport in a world of giants

Proceedings of the National Academy of Sciences Oct 2015, 201502549; DOI:10.1073/pnas.1502549112

Ratnarajah L, Bowie AR, Lannuzel D, Meiners KM, Nicol S (2014) The Biogeochemical Role of Baleen Whales and Krill in Southern Ocean Nutrient Cycling. PLoS ONE 9(12): e114067. doi:10.1371/journal.pone.0114067

Environmental consequences of fishing practices. Online article

Griffiths S, Fuller L (2019) An updated ecosystem model of the eastern tropical Pacific ocean: analysis of ecological indicators and the potential impacts of FAD fishing on ecosystem dynamics. In: IATTC – 10th Meeting of the Scientific Advisory Committee. IATTC-SAC-10-15, San Diego, California

Heithaus, M. (2008). Predicting ecological consequences of marine top predator declines. Trends in Ecology & Evolution.

Le Mézo, Priscilla & Guiet, Jérôme & Scherrer, Kim & Bianchi, Daniele & Galbraith, Eric. (2022). Global nutrient cycling by commercially targeted marine fish. Biogeosciences. 19. 2537-2555. 10.5194/bg-19-2537-2022.

N. Daan et al. (1985).  Predation by North Sea Herring Clupea harengus on Eggs of Plaice Pleuronectes platessa and Cod Gadus morhua. Article in Transactions of the American Fisheries Society · July 1985 DOI: 10.1577/1548-8659(1985)114<499:PBNSHC>2.0.CO;2

Huntley, Mark & Zhou, Meng. (2004). Influence of animals on turbulence in the sea. Marine Ecology-progress Series – MAR ECOL-PROGR SER. 273. 65-79. 10.3354/meps273065.

Esteban, R. & Foote, A. (2019). Orcinus orca (Strait of Gibraltar subpopulation). The IUCN Red List of Threatened Species 2019: e.T132948040A132949669.