Quince días a bordo del Ángeles Alvariño: tres investigadoras explican su experiencia en el seguimiento del atún rojo por aguas de Baleares

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Autora: Maria López

Las campañas oceanográficas son parte de la labor de los científicos del IEO. Durante las mismas se recaban diferentes datos y muestras que servirán para trabajos de investigación posteriores. Desde hace 20 años se realiza en aguas de Baleares la campaña Tunibal con el objetivo de evaluar el estado de las poblaciones de atún rojo. Tunibal se lleva a cabo entre los meses de junio y julio, coincidiendo con la época de reproducción de los atunes en el mar balear.

Vídeo de Andrea Causacao

Estudiando la salud de las poblaciones de atún rojo
Con una duración aproximada de dos semanas, durante la campaña se recogen larvas de atún, muestras hidrográficas y de plancton, para saber cómo las condiciones en el momento de desove impactan en las poblaciones larvarias de atunes. Todo este material servirá de base para diferentes proyectos de investigación. Además, con esta información se conocerá saber cuál es el estado de salud de la población de atunes y permitirá al organismo ICCAT establecer las cuotas de pesca.

Quince días a bordo del buque Ángeles Alvariño
La campaña Tunibal se desarrolla entre los meses de junio y julio a bordo del buque oceanográfico Ángeles Alvariño. Quién lleva a cabo todos estos trabajos y cómo se desarrolla la convivencia en un barco de estas características nos ha llevado a contactar con tres de las científicas que forman parte del equipo de investigadores que recorren el mar Balear en busca de tan preciada información.

“Al principio es algo que suena romántico” dice Andrea Casaucao. Después de pasar muchos meses en tierra firme, trabajando con datos frente a un ordenador, esta científica valora positivamente “pasar 15 días en el mar, hacer una campaña al año. Partimos en junio, pero nunca sabes las fechas exactas porque el objetivo es determinar el estado del atún rojo cuando se reproduce. Te pierdes San Juan y el fin de curso.”

Junto a Andrea, investigadores de diferentes centros del IEO o de instituciones científicas de otros países, entre otras procedencias, forman parte los equipos de expertos que durante, aproximadamente, dos semanas conviven y realizan las diferentes tareas. ¿Será realmente una experiencia romántica? Una buena pregunta si tenemos en cuenta que la labor de los científicos no cesa en ningún momento y que las tareas pueden llegar a ser repetitivas y pesadas.

Las 24 horas del día los diferentes equipos desarrollan las diferentes labores asignadas. Para ello, es necesario establecer turnos de trabajo y no todos los miembros del equipo van a tener la suerte de trabajar en horarios estándar, es decir, durante el día. Dos o tres semanas antes de partir el jefe de campaña organiza los grupos de trabajo y se establecen seis turnos de cuatro horas de duración: de 8 a 12, de 12 a 16, de 16 a 20, de 20 a 00, de 00 a 4 y de 4 a 8.

Levantarse a las 3:30, comer a las 11 y acostarse a las 22
Andrea, junto a las científicas Patricia Reglero y Josefin Titelman ha estado adscritas a dos turno de 4 a 8 de la mañana y de 16 a 20 horas, un horario al que no todas se acostumbran de igual manera. Así, Josefin admite que “me gusta la mañana y prefiero el silencio. Además, no hace calor”. En cambio Andrea ha tenido dificultades para adaptarse a un horario que exigía “acostarse temprano y cambiar la rutina de sueño y del almuerzo”. En cualquier caso, no todas las campañas se viven de igual modo ya que, como explica Patricia: “Cuando era joven aguantaba bien el turno de 12 de la noche a 4 de la madrugada. En esta campaña me he estado levantado a las 3:30. Después de trabajar, desayunaba a las 8, comía en el turno de 11h a 12h, de 4 a 8 de la tarde, vuelta a trabajar, y me acostaba a las 22h. En mi caso, he tenido que adaptarme a los horarios “normales” a la vuelta”.

La organización del trabajo también condiciona la convivencia y, al final, “estás mucho con la gente de tu turno, casi no ves a los de los otros”, explica Patricia. “Compartes camarote y baño. Duermes en una litera y hay que decidir quién se queda arriba o abajo, a quién le da el chorro de aire acondicionado. Si tu compañera tiene el mismo turno que tú, no tienes intimidad”, relata Patricia que compartió camarote con Josefin. Para ellas ha sido fácil convivir puesto que además de colegas, son amigas. “Es una lotería el tema del compañero de camarote”, explica Andrea, “Mi compañera tenía un turno diferente al mío, el guai. Tuve la suerte de que ya la conocía y fue más sencillo”. En cuanto a la relación con los componentes del turno Andrea explica que “no les conocía mucho, pero no he sentido la jerarquía”.

Manos a la obra
El trabajo del científico en el Ángeles Alvariño se aleja bastante de la idea del investigador en su laboratorio. En este sentido, como explica Josefin, es un trabajo “bastante físico y duro”. Se desarrolla principalmente en la cubierta del barco y, por ello, “tienes mucha sensación de mar”, apunta Patricia. Durante el turno se lanzan redes para la obtención de organismos, principalmente huevos y larvas de atún y otras especies, además de plancton. También se sumerge el CTD, un equipo que mide la salinidad, temperatura y profundidad del agua. Con el CTD también se recogen muestras para medir en el laboratorio los nutrientes que contiene y la clorofila.

“El laboratorio es como una factoría. Cada 10 millas se lanza la red, se toman muestras de agua. Después nos movemos a otra estación. Durante el turno se pasa por tres estaciones”, explica Josefin. Hay unas 120 estaciones alrededor del archipiélago Balear. Las muestras recogidas durante esta campaña servirán para un año de investigaciones. Además de los científicos, en el turno se coincide siempre con un marinero y un oficial asignados.

Aunque los miembros del equipo están acostumbrados a navegar, no es raro que algunos de ellos se mareen y si eso ocurre, se pasa mal puesto que deben realizar las tareas de su turno. “Estoy acostumbrada al mar del Norte. El Mediterráneo es más cálido y hay buena mar. Yo no suelo marearme, pero he estado en campañas donde todos se han mareado”, apunta Josefin,

El valor de las pequeñas cosas
La vida en el Ángeles Alvariño es simple: Trabajar, descansar y alimentarse. “No hay mucho que hacer, salvo hablar. Es muy diferente a tu vida normal”, comenta Josefin. Sin embargo, o precisamente por ello, los momentos especiales se aprecian con intensidad. “Me organizo mi tiempo. Es bonito estar embarcada, aprecias las pequeñas cosas. Estás en una burbuja, muchas veces sin cobertura, sin whatsapp; es un detox electrónico”, explica Josefin. “Las comidas son momentos importantes del día, al igual que los amaneceres y atardeceres, o el avistamiento de delfines. Es fácil verlos porque siguen al barco”, dice Patricia.

Las tres científicas coinciden en que quince días de campaña es una duración óptima, rozando el límite. En este sentido Andrea apunta que en una ocasión participó en una campaña mitad científica, mitad militar, que duró 21 días. En su opinión, el trabajo es, sobre todo, muy vocacional. “He aprendido muchas cosas en esta campaña”, concluye. Josefin estuvo embarcada cinco semanas en el mar del Norte: “El trabajo era muy físico y repetitivo, es un período muy intenso, en el que conoces a otros científicos. Es bonito hacerlo por un tiempo y es bonito volver a casa”, argumenta. Para Patricia lo ideal es hacer una campaña al año: “Estar un tiempo embarcada, salir de la oficina, y después dedicar tiempo a la experimentación”.

A pesar de algún que otro contratiempo, se averió el aire acondicionado y el calor les impedía dormir; lo cierto es que la campaña, como dice Josefin, “fue muy fácil, si las dinámicas son buenas disfrutas”. Y así debió ser aunque en dos semanas de estrecha convivencia no es raro que “conozcan lo peor de ti, cuando estás cansada, tienes que tener control y entender al otro”, reflexiona Patricia. En cualquier caso, durante la campaña ha habido “buen ambiente, en el barco y en el turno”.